El Pacto
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2008Author
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Abstract
Al siguiente día, fueron muy pocos los vecinos que se preguntaron por qué
ladraban los perros cuando oyeron el cabalgar calle abajo, a la media
noche. La luctuosa figura del centauro se deslizó por aquellos lugares,
cubierta por el sombrero y la capa que lo protegían de la incipiente lluvia en
la noche de luna llena. Mi mamá Rosa me contó que esa fue la tarea
impuesta a él, para que así lograra salvar su alma de las garras del
Maligno.
A las once de la noche entró en las pesebreras, le acarició la testuz a Indio,
su caballo de mayor alzada y patas delanteras blancas, que contrastaban
con su color zaino. Le colocó las enjalmas y una vieja silla que no utilizaba
desde los días de La Pico de Oro. Observó en medio de la oscuridad el
brillo en los ojos de la bestia y entonces supo que esa era la mejor elección
que podía hacer para ir a su última salida nocturna al centro de la ciudad.
Source
- La Tercera Orilla; Núm. 2 (2008)
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- Revista Tercera Orilla [259]